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El teletrabajo necesita cambios en sus paradigmas

Aunque los últimos meses han sido, debido a la pandemia de COVID19, un tanto, por así decirlo, extraños, los mismos también han devenido en un tiempo de gran aprendizaje.

No puede negarse la gran aceleración que hemos experimentado en varios aspectos, principalmente en materia de transformación digital. En efecto, en meses hemos logrado lo que probablemente nos hubiese tomado años alcanzar… y quien sabe.

La gran dicotomía, sin embargo, que surge ante este escenario para los distintos sectores va en el sentido de si, cuando todo esto pase, regresar al estado anterior de producción y trabajo o si aprovechar las circunstancias para continuar creciendo.

Y esto lo decimos en especial bajo la realidad de que República Dominicana debe hacer profundos cambios en sus paradigmas para aprender a conectarse con la aceleración que evidencia el mundo, reduciendo así la gran brecha digital que nos afecta.

No olvidemos que la tecnología es el único medio que nos puede ayudar a reducir esa brecha, generando también riqueza y democratización.

Ante las nuevas circunstancias, es necesario hacer énfasis en la diferencia entre teletrabajo y trabajo remoto, en vista de que nos hemos visto en la obligación de cambiar nuestras modalidades de trabajo y, a menudo, ambos términos son empleados indistintamente, a pesar de tener naturalezas diferentes. Procedamos.

El teletrabajo son las actividades que se realizan entre un patrón y un empleado utilizando herramientas tecnológicas que habilitan, facilitan y aceleran la productividad.

Por otro lado, el trabajo remoto son las actividades que se establecen en un domicilio fuera de la empresa, por lo general en un espacio definido. Este último término, considero, es la tendencia hacia la cual debemos movernos para una verdadera transformación.

¿Por qué decimos esto? Porque el teletrabajo provoca el aceleramiento de las empresas dentro de la economía digital, favoreciendo el aumento de su productividad al virtualizar las relaciones. Pero para que esto suceda, primero deben establecerse procesos claros.

Y cuando hablamos de procesos claros, nos referimos a saber cuál es el resultado que se quiere alcanzar en el negocio y, posteriormente, diseñar los flujos para obtenerlos tanto física como virtualmente.

Si miramos las experiencias de estos meses de cuarentena y distanciamiento, observamos que el sector financiero y asegurador han resultado ganadores durante este tiempo, dado que, al contar con procesos claros y establecidos, pudieron virtualizar sus relaciones de trabajo, respondiendo así de inmediato a las necesidades que les rodeaban.

El objetivo, no obstante, es enfocarnos en una transformación continua, fundamentada en regulaciones que nos permitan siempre tipificar y aplicar la tecnología en los distintos procesos. Todo proceso digital necesariamente tiene que acompañar un cambio y una optimización. Por ello, es imperativo mirar el trabajo en términos de amplitud, definiendo los indicadores que permitan medir los valores que existen en el trabajo remoto.

Un factor que ocurre mucho en la actualidad es que las empresas se enfocan principal o únicamente en el tiempo que el empleado dedica a la organización como indicador clave, por lo que no aprovechan las grandes ventajas de la tecnología en las modalidades de teletrabajo y trabajo remoto.

Por ende, el “ADN empresarial” debe cambiar, pero para que esto pase los indicadores y parámetros de evaluación deben ser actualizados, pudiendo medir elementos como el rendimiento, el derecho de desconexión, la productividad y otros factores”.

Para este 2021, según las proyecciones de nuestra firma Tabuga, la economía digital representará alrededor del 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país, e incluso esta estadística muestra una inclinación a que continuará creciendo.

Esto debe ser visto como un aliciente para aprovechar la oportunidad y adoptar la economía digital como una fuente de riqueza para nuestra economía.

Una de las principales problemáticas, no obstante, es que la tecnología tiende también a crear áreas grises que muchas veces las leyes y regulaciones no contemplan.

Publicado en el periódico Acento.